viernes, 22 de septiembre de 2023

La muerte

 "Yo sé que mi vida no ha sido nada del otro mundo, hijo -dijo la vieja después de un rato-. Lo mismo todos los días: que la cocina, que el telar, que la preocupación por el viejo que iba a volver curado y tenía que levantarse temprano, y luego por usted que no llamaba nunca del norte. Todos los días lo mismo. Pero esta ha sido mi vida y ha tenido cosas bonitas. Un día fui madre: usted me hizo madre. Y ese día tuve en mis brazos a una cosita que había salido de mí misma y que tenía un corazón que latía. Y cuando pequeña escuché historias de mis abuelos acurrucada cerca del brasero, y aprendí el oficio de tejedora de mi propia madre. Y ahora de vieja salgo todavía a caminar y a mirar el mar, y a veces me hago una agüita de boldo con harta azúcar. Y los sábados me levanto a preparar un almuerzo rico porque viene usted, y cuando le oigo los pasos el corazón se me acelera de la emoción. Y es verdad: ya tengo más de ochenta años y sé que me voy a morir en un tiempito más. Y cuando estos viejos de la caleta se mueran también, y cuando se muera usted, nadie se va a acordar de mí, así como poco a poco a mí misma me va siendo cada vez más difícil recordar la cara de Florencio, y la de Rubén, y también la del padre Jerónimo, y hasta me olvido de cómo era mi pobre vecina Jimena, que en paz descanse, tan joven que partió. Pero a mí eso no me preocupa, no me preocupa que cuando yo muera a usted mismo le cueste recordar mi cara y mi voz. ¿Sabe por qué? Porque lo tuve a usted en mis brazos, y porque aprendí a tejer con mi madre, y porque me he tomado miles de agüitas mirando el mar. Eso nadie lo sabe y a nadie le importa y por lo mismo está claro que nadie lo va a recordar, pero yo lo tengo acá adentro, y cuando venga la muerte la podré mirar y preguntarle cuántos hijos tuvo ella, cuántas cucharadas de azúcar le puso a sus tecitos, cuántas veces vio una gaviota lanzarse en picada al mar y salir de vuelta hacia el cielo con un pescado. Y la muerte no me va a poder decir nada, porque la muerte es eso: la muerte. La muerte es la envidiosa de los que tuvimos una vida. Y no sabe la envidia que le da cuando ve que otra gente va a despedirse del que se está llevando, cuando escucha a esa gente hablar y decir cosas bonitas del muerto; no sabe usted, Martín, toda la rabia que siente la muerte por cada lágrima que se derrama por un finado, porque nunca nadie va a derramar una lágrima por ella."

("La muerte viene estilando", de Andrés Montero)

martes, 8 de agosto de 2023

Inventarlo

"De Langlais aprendió que de entre todas las vidas posibles hay que anclarse a una para poder contemplar, serenamente, todas las otras. A Langlais le regaló, una a una, las mil historias que un hombre y una noche habían sembrado en ella, Dios sabe cómo, pero de una forma indeleble y definitiva. Él la escuchaba, en silencio. Ella contaba. Terciopelo.
De Adams no hablaron nunca. Sólo en una ocasión Langlais, levantando la vista de sus libros, dijo con lentitud
-Yo amaba a aquel hombre. Si sabéis lo que quiere decir, yo lo amaba.
Langlais murió una mañana de verano, devorado por un dolor infame y acompañado por una voz -terciopelo- que le hablaba del perfume de un jardín, el más pequeño y bello de Tombuctú.
Al día siguiente, Elisewin se marchó. Era a Carewall a donde quería regresar. Tardaría un mes, o toda una vida, pero allí regresaría. De lo que la esperaba no conseguía imaginarse gran cosa. Sólo sabía que todas aquellas historias, custodiadas en su interior, las tendría consigo, y para siempre. Sabía que en cualquier hombre que amara buscaría el sabor de Thomas. Y sabía que ninguna tierra escondería, en ella, la huella del mar. 
Todo lo demás no era nada todavía. Inventarlo -eso sería lo maravilloso."

("Océano Mar", de Alessandro Baricco)

Callarán amor

"En las tierras de Carewall no cesarían nunca de contar esta historia. Si la conocieran. No cesarían nunca. Cada uno a su manera, pero todos continuarían contando lo de aquellos dos y lo de aquella noche entera transcurrida restituyéndose la vida, el uno a la otra, con los labios y con las manos, una muchachita que no ha visto nunca nada y un hombre que ha visto demasiado, el uno dentro de la otra -cada palmo de la piel es un viaje, de descubrimiento, de retorno -en la boca de Adams sintiendo el sabor del mundo, en el pecho de Elisewin olvidándolo -en el regazo de aquella noche tumultuosa, negra tempestad, ascuas de espuma en la oscuridad, olas como montañas desmoronadas, ruido, ráfagas sonoras, furiosas, de sonido y de velocidad, lanzadas a ras de agua, en los nervios del mundo, mar océana, coloso rezumante, tumultuoso -suspiros, suspiros en la garganta de Elisewin -terciopelo que vuela -suspiros a cada nuevo paso en ese mundo que corona montes nunca vistos y lagos de formas impensables -sobre el vientre de Adams el peso blanco de esa muchachita que se balancea con músicas mudas -quién hubiera dicho que al besar los ojos de un hombre se pudiera ver tan lejos -al acariciar las piernas de una muchachita se pudiera correr tan rápido y huir -huir de todo -ver lejos -venían de los dos extremos más alejados de la vida, eso es lo sorprendente, pensar que nunca se habrían rozado salvo atravesando de punta a punta el universo, y en cambio ni siquiera habían tenido que buscarse, eso es lo increíble, y lo único difícil había sido reconocerse, reconocerse, cosa de un instante, la primera mirada y ya lo sabían, eso es lo maravilloso -eso seguirían contándolo para siempre en las tierras de Carewall, para que nadie pueda olvidar que nunca se está lo bastante lejos para encontrarse, nunca -lo bastante lejos -para encontrarse -lo estaban aquellos dos, alejados, más que nadie y ahora -grita la voz de Elisewin, por los ríos de historias que fuerzan su alma, y Adams llora, sintiendo aquellas historias deslizarse, al final, finalmente, finalizadas -quizás el mundo sea una herida y alguien esté cosiéndola en aquellos dos cuerpos que se mezclan -y ni siquiera es amor, eso es lo sorprendente, sino manos, y piel, labios, estupor, sexo, sabor -tristeza, tal vez -incluso tristeza -deseo -cuando lo cuenten no dirán la palabra amor -dirán mil palabras, callarán amor -calla todo, alrededor, cuando de repente Elisewin siente que se le quiebra la espalda y se le queda en blanco la mente, aprieta a ese hombre en su interior, le coge las manos y piensa: moriré. Siente que se le quiebra la espalda y se le queda en blanco la mente, aprieta a ese hombre en su interior, le coge las manos y, ya veis, no morirá."

("Océano Mar", de Alessandro Baricco)

jueves, 15 de junio de 2023

Ríos

 "Todavía hoy, en las tierras de Carewall, relatan todos aquel viaje. Cada uno a su manera. Todos sin haberlo visto nunca. Pero no importa. No dejarán nunca de relatarlo. Para que nadie pueda olvidar lo hermoso que sería si, para cada mar que nos espera, hubiera un río para nosotros. Y alguien -un padre, un amor, alguien- capaz de cogernos de la mano y de encontrar ese río -imaginarlo, inventarlo- y de depositarnos sobre su corriente, con la ligereza de una sola palabra, adiós. Eso, en verdad, sería maravilloso. Sería dulce la vida, cualquier vida. Y las cosas no nos harían daño, sino que se acercarían traídas por la corriente, primero podríamos rozarlas y después tocarlas y sólo al final dejar que nos tocaran. Dejar que nos hirieran, incluso. Morir por ellas. No importa. Pero todo sería, por fin, humano. Bastaría la fantasía de alguien -un padre, un amor, alguien. Él sabría inventar un camino, aquí, en medio de este silencio, en esta tierra que no quiere hablar. Camino clemente, y hermoso. Un camino de aquí al mar."

("Océano Mar", de Alessandro Baricco)

martes, 9 de mayo de 2023

Violencia

 "-Ya no sé si en el restaurante de la Floresta de Tijuca siguen preparando gallina con salsa, bien parda debido a la sangre espesa que allá saben preparar. Cuando pienso en el gusto voraz con que comemos la sangre ajena, me doy cuenta de nuestra truculencia -dijo Ulises.

-A mí también me gusta -dijo Loreley a media voz-. Justamente a mí, que sería incapaz de matar una gallina de tanto que me gustan vivas, moviendo su feo pescuezo y buscando gusanos. ¿No sería mejor, cuando fuéramos allá, que comiéramos otra cosa? -preguntó medio temerosa.

-Claro que debemos comerla, es necesario no olvidar y respetar la violencia que tenemos. Las pequeñas violencias nos salvan de las grandes. Quién sabe, si no comiéramos animales, comeríamos gente con su sangre. Nuestra vida es truculenta, Loreley: se nace con su sangre y con sangre se corta para siempre la posibilidad de unión perfecta: el cordón umbilical. Y muchos son los que mueren con sangre derramada por dentro o por fuera. Es necesario creer en la sangre como parte importante de la vida. La truculencia es amor también.

Estaban muy cerca. Ulises dijo:

-Tú caminas, Loreley, como si cargaras una jarra en el hombro y mantuvieras el equilibrio de las manos levantadas. Eres una mujer muy antigua, Loreley. No importa el hecho de que te vistas y te peines de acuerdo con la moda, eres antigua. Y es raro encontrar a una mujer que no rompió con el linaje de las mujeres a través del tiempo. ¿Eres una sacerdotisa, Loreley? -preguntó sonriendo."

("Aprendizaje o El Libro de los Placeres", de Clarice Lispector)

Resentimiento

 "En su resentimiento había algo primario, animal, y de él sacaba parte de su fuerza, que no conseguía ocultar una debilidad profunda. Vulnerable pese a su aparente dureza, cualquiera podía hacerle daño, empezando por ella misma. Había en ella algo que, al tiempo que repelía, inducía a protegerla. Por encima de todo era una niña desamparada que detestaba su desamparo." 

("Derecho natural", Ignacio Martínez de Pisón)